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The Staggering Ecological Impacts of Computation and the Cloud

La "nube" sustenta actividades digitales pero depende de centros de datos que consumen mucha energía, impactando el medio ambiente. Ciertas optimizaciones podrían reducir su huella de carbono considerablemente. Artículo publicado en mitpress.mit.edu y recomendado por Digital Skills Institute el 26 de mayo de 2025.

En el mundo moderno, la nube es una entidad que sostiene una gran parte de nuestras actividades digitales diarias, desde el envío de correos electrónicos hasta la transmisión de series de televisión o la gestión de archivos en plataformas como Google Drive. A simple vista, la nube parece ser un concepto etéreo, una especie de ente omnipresente que se manifiesta a través de nuestras pantallas y aplicaciones. Sin embargo, detrás de esta fachada digital, existe una infraestructura física compleja y extensa que tiene un impacto significativo en el medio ambiente. Según los estudios etnográficos de Steven Gonzalez Monserrate, esta infraestructura no es tan intangible como cabría esperar; de hecho, está profundamente enraizada en elementos materiales que tienen repercusiones ecológicas considerables.

La nube se materializa a través de una vasta red de centros de datos, compuestos por innumerables servidores que almacenan y procesan información a velocidades vertiginosas. Estos centros requieren una cantidad masiva de energía para funcionar y, especialmente, para mantenerse refrigerados. El calor generado por los servidores durante la computación es un subproducto inevitable y problemático. Si no se controla, este calor puede interferir con la operación de los equipos, por lo que es crucial un sistema de enfriamiento eficiente. La situación descrita por Monserrate, donde un fallo en el sistema de refrigeración pone en riesgo el funcionamiento de un centro de datos, ilustra la dependencia crítica de estas infraestructuras de métodos de enfriamiento intensivos en energía.

Para llevar a cabo la refrigeración, los centros de datos suelen depender de sistemas como CRACs (Computer Room Air Conditioners) o CRAHs (Computer Room Air Handlers), los cuales consumen una cantidad significativa de electricidad. En muchas regiones, esta electricidad proviene de redes de energía "sucia", basadas en combustibles fósiles, lo que aumenta la huella de carbono de la nube. Por ejemplo, en el conocido "data center alley" de Virginia, gran parte del tráfico de internet mundial se concentra allí, dependiendo de una gran cantidad de energía para su operación continua.

Aunque algunas empresas líderes en tecnología, como Google, Facebook y Amazon, han hecho esfuerzos por mover sus operaciones hacia energías renovables e iniciativas de compensación de carbono, dichos esfuerzos no siempre son viables para centros de datos más pequeños. La transición hacia prácticas sostenibles suele requerir inversiones significativas que no todas las organizaciones pueden permitirse. Esto conlleva a que muchos centros de datos continúen operando en instalaciones antiguas y dependan de fuentes de energía menos sostenibles.

La investigación realizada por Monserrate sugiere que, si toda la infraestructura del Cloud se trasladara a lo que se conoce como "hiperescala", centros de datos mucho más grandes y eficientes, podría lograrse una reducción considerable del uso energético global, hasta un 25% según el Laboratorio Nacional Lawrence Berkeley. Sin embargo, sin regulaciones claras o incentivos que promuevan esta transición, la realidad es que muchas empresas seguirán adheridas a métodos menos sostenibles.

La comparación entre la huella de carbono de la nube y la de la industria aérea es un indicativo alarmante de hasta qué punto el almacenamiento y procesamiento de datos impacta el ambiente. Se estima que un solo centro de datos puede consumir la misma cantidad de electricidad que 50,000 hogares. Este dato resalta la urgencia de buscar soluciones que no solamente disminuyan el consumo energético, sino que también diversifiquen las fuentes de energía hacia alternativas más limpias y sostenibles.

La historia de la nube es, por tanto, no solo tecnológica sino también ambiental. El rápido crecimiento de la computación y el almacenamiento de datos plantea desafíos significativos, y enfrentar estos desafíos requerirá un enfoque concertado que abarque innovación tecnológica, políticas regulatorias adecuadas y un compromiso decidido con la sostenibilidad ambiental. La transformación hacia un modelo de operación más equilibrado, donde se optimice el uso de energía y se minimicen las repercusiones ecológicas, es esencial para mantener el funcionamiento del mundo digital e imprimir un menor impacto sobre nuestro entorno natural.

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